Los exteriores permiten a una familia expresar su verdadera esencia. No hay restricciones de espacios y sí tiempo para pasear, jugar, y reír. Y lo más importante para mí, hay tiempo para la intimidad. Esos momentos de calma (que no duran más que unos pocos minutos), donde la familia se relaciona como si no hubiera nadie delante, dejando que aflore la complicidad y el cariño.
Pero no todas las sesiones son iguales y algunas son una explosión de energía de principio a fin sin un minuto de tranquilidad, y eso también es fantástico para un fotógrafo. Como veréis en esta sesión, el pequeño Juan, no nos dio mucha tregua, pero nos hizo reír muchísimo con su buen humor y sus payasadas.
Aunque actualizaré este post con más muestras de ello, quería compartir con vosotros este pequeños avance.