Os quiero contar mi experiencia, por si puede ayudar a alguna mamá primeriza, que como yo esté empeñada en dar el pecho, pero no está siendo un camino de rosas.
Cuando tuve mi primer hijo, estaban empezando a estar de moda las consultoras de lactancia, pero había realmente poca información para lo complejo que puede ser dar el pecho. Cuando me lo imaginaba estando embarazada, lo veía como algo idílico, mi bebé en brazos, conectados, él mirándome a los ojos, agradecido por mis cuidados y atención. Lo que nadie me contó es que, más allá de las grietas (bueno, la verdad es tampoco me hablaron de las grietas), la cosa se puede torcer por muchos motivos, y puede resultar un proceso muy desesperante.
En mi caso, fueron tres meses de auténtico sufrimiento, pero como mi madre no me había dado el pecho porque era una mujer moderna, pues yo quería hacer lo contrario. Así que estaba súper motivada y dispuesta a superar cualquier obstáculo. No todas las lactancias son iguales, ni es la única opción para alimentar a un bebé, ni tampoco es obligatorio para crear un vínculo especial con nuestros pequeños. Es una opción más. Por eso, si tu lactancia se tuerce, tienes que decidir si estás o no motivada para superar los obstáculos, porque, salvo raros casos, todos se superan, de una forma y otra. O bien, con tiempo y paciencia, o un consultor que te recomiende pezoneras o te corrija el enganche. Pero el proceso puede ser muy largo y doloroso, y tienes que tener claro si quieres o no pasar por ahí.
Lo primero que te recomiendo es que te informes bien, antes de ponerte en manos de alguien que te ayude, y cuando tengas a la persona que te dé más confianza, te quedes con ese especialista, matrona, o lo que sea. También te digo que es normal que el padre no te apoye si la cosa no se arregla enseguida. No te quiere ver sufrir, ni ver sufrir a su bebé. Ellos nunca lo entenderán. Ni tu madre, ni tu suegra… En fin, que solo lo entienden las que han pasado por ello.
Yo por mi parte cometí el error, por mi propia desesperación, de consultar demasiados «expertos». Cada experto me daba su opinión, y sus métodos, que entre si eran opuestos, así que seguía el sistema de uno durante una semana, cambiaba de sistema a la siguiente, y así durante varios meses, sufriendo dolores horribles en cada toma, leyendo infinidad de blogs por las noches…
El problema de mi bebé fue un frenillo tipo 3, pero detectado tarde. Al menos eso creo, porque nadie lo supo decir a ciencia cierta. Se lo descubrieron a los dos meses y medio, y se lo cortaron a la semana. Tal vez hubiera surtido efecto de no haberse hecho tan tarde, pero mi bebé ya tenía cogido un mal hábito de mamar para compensar la falta de movimiento de su lengua, y no supimos como hacerle desaprender. Así que seguí esperando y leyendo blogs, y pinzándome cualquier otra zona del cuerpo para enmascarar el dolor durante las tomas.
Finalmente un día a los 3 meses, mi hijo hizo una toma sin torturarme. Y ese fue el fin de mi sufrimiento y el principio de un momento íntimo y precioso que duró casi tres años. (A los 3 meses, la boca del bebé ha crecido y su enganche y su fuerza mejoran, por eso se solucionan mucho problemas, pasado ese tiempo.)
Luego tuve mis mellizos y esa lactancia fue otra aventura que os contaré en otro post.
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